Guiados por su dios tribal, Huitzilopochtli, los mexicas salieron de Aztlán en busca de "la señal" que indicaría el lugar para fundar México-Tenochtitlan.
Cuenta la leyenda que los mexicas emprendieron un largo viaje desde Aztlán, guiados por el gran Huitzilopochtli, hasta que encontraron la señal para fundar México-Tenochtitlan. No obstante, siglos después, Moctezuma ordenó a sus hombres que rehicieran el viaje y descubrieran donde es que se encontraba aquel mítico lugar.
El mítico camino de Aztlán
Amanecía en México-Tenochtitlan y el sol comenzaba a iluminar los jardines del palacio por donde paseaban el tlatoani Huehue Moctezuma Ilhuicamina, supremo jerarca, y el cihuacóatl Tlacaélel, mientras evocaban el legendario y penoso recorrido que habían llevado a cabo sus ancestros desde el lejano Aztlán hasta el sitio donde encontraron el símbolo anunciado por Huitzilopochtli.
Se trataba de un águila parada sobre un nopal, con las alas extendidas, señalando el punto donde debían detener su marcha y fundar lo que sería la capital de su imperio; este hecho ocurrió a principios del siglo XIV de la era cristiana.
Moctezuma y Tlacaélel se detuvieron en una de las terrazas del palacio para contemplar la gran extensión y belleza que había alcanzado la urbe gracias a las victorias militares y a la imposición del tributo sobre los pueblos vencidos.
Cuenta la leyenda que los mexicas emprendieron un largo viaje desde Aztlán, guiados por el gran Huitzilopochtli, hasta que encontraron la señal para fundar México-Tenochtitlan. No obstante, siglos después, Moctezuma ordenó a sus hombres que rehicieran el viaje y descubrieran donde es que se encontraba aquel mítico lugar.
El mítico camino de Aztlán
Amanecía en México-Tenochtitlan y el sol comenzaba a iluminar los jardines del palacio por donde paseaban el tlatoani Huehue Moctezuma Ilhuicamina, supremo jerarca, y el cihuacóatl Tlacaélel, mientras evocaban el legendario y penoso recorrido que habían llevado a cabo sus ancestros desde el lejano Aztlán hasta el sitio donde encontraron el símbolo anunciado por Huitzilopochtli.
Se trataba de un águila parada sobre un nopal, con las alas extendidas, señalando el punto donde debían detener su marcha y fundar lo que sería la capital de su imperio; este hecho ocurrió a principios del siglo XIV de la era cristiana.
Moctezuma y Tlacaélel se detuvieron en una de las terrazas del palacio para contemplar la gran extensión y belleza que había alcanzado la urbe gracias a las victorias militares y a la imposición del tributo sobre los pueblos vencidos.
Una larga travesía
El periodo de tiempo que transcurrió desde la salida de Aztlán hasta la ceremonia de fundación de México-Tenochtitlan comprende 210 años, lo que significa que se cumplieron cuatro periodos de 52 años, su ciclo calendárico fundamental.
Durante el mismo año de su partida los migrantes encontraron la imagen de Huitzilopochtli en una cueva del cerro de Culhuacan. Más tarde se unieron al éxodo ocho pueblos vecinos: los matlatzincas, tepanecas, tlahuicas, malinalcas, colhuas, xochimilcas, chalcas y huexotzincas. Fue entonces cuando Huitzilopochtli les señaló que ellos, los mexicas, debían seguir solos hasta el final, y así lo hicieron, cargando la imagen de su dios y sus objetos sagrados, y realizando los primeros sacrificios de guerreros enemigos, por lo que recibieron las armas que les harían triunfar en las batallas. Todos estos eventos ocurrieron en un tiempo mitológico, imposible ya de precisar.
Tula, la ciudad fundada por Quetzalcóatl, era la primera localidad que podían ubicar con precisión los hechiceros y sacerdotes. De ahí en adelante, según el relato del recorrido, los peregrinos se establecieron en veinte sitios más antes de encontrar los islotes donde fundaron su ciudad.
De Tula siguieron a Atlitlalaquian, donde «el agua se resumía en la tierra»; luego pasaron a Tlemaco, que se identificaba con un sahumador; a continuación llegaron a Atotonilco, cuyo nombre derivaba del agua hirviente de sus manantiales, y a Apaxco, cuyo cono volcánico lleno de agua les recordaba una vasija.
En Zumpango levantaron un muro de cráneos, junto a Huiztepec, «el cerro de los huizaches». De ahí pasaron a Xaltocan y cruzaron en canoas los lagos norteños de Acalhuacan. Ya en la vertiente occidental de la cuenca lacustre, se establecieron en Ehecatépetl, «el cerro del viento».
Después llegaron a Tolpetlac, «donde se tejen las esteras de tule»; de ahí se dirigieron a Coatitlán, abundante en serpientes, y luego a Huizachtitlán, donde aprendieron de los chalcas el aprovechamiento del cultivo de los magueyes para la obtención del pulque.
Algunos sucesos inesperados
Tecpayocan fue el siguiente punto del recorrido, el cual se reconoce por los cuchillos de pedernal; más tarde arribaron a Pantitlán, un resumidero en el lago que se identificaba por sus banderas. De ahí continuaron hasta Amalinalpan «agua de mallinalli», territorio ya del señoría de Azcapotzalco, donde se les impidió seguir, por lo que regresaron a Pantitlán.
Posteriormente pasaron a Acolnáhuac, «donde hace recodo el agua», y cruzaron por Popotla, Techcaltitlán y Atlacuihuayan, antes de llegar a Chapultepec, un cerro en medio de un hermoso bosque, donde fueron derrotados por un conjunto de pueblos enemigos que apresaron a sus jefes guías y los condujeron prisioneros a Colhuacán, donde los victimaron.
Ya en este lugar los mexicas aprendieron las costumbres de la gente del lago, y después de una guerra contra Xochimilco, de la que salieron triunfantes, partieron en busca del sitio prometido para fundar en medio de unos islotes al occidente del lago de Texcoco, la ciudad de Huitzilopochtli.
En todas estas localidades vivieron varios lapsos de tiempo, en tanto descansaban, renovaban sus fuerzas y se aprovisionaban de alimentos para continuar su viaje; en ellas enterraron a sus muertos y dejaron también a los enfermos y ancianos que no pudieron acompañarles.
La ceremonia del encendido del fuego nuevo, que conmemoraba la culminación de un ciclo solar de 52 años, fue realizada en cuatro ocasiones durante la peregrinación: en Tula, en Huiztepec, en Tecpayocan, y en Chapultepec.
La leyenda de Aztlán o el retorno al origen
Para los enviados de Moctezuma la tarea parecía fácil; sin embargo, no fue así. De Tenochtitlan a Tula el viaje se llevó a efecto sin mayor incidente, pero de allí en adelante sólo contaban con el terrible vacío de la fábula y el mito, por lo que echando mano de sus poderes ocultos los enviados se transformaron en animales feroces y así completaron su periplo, arribando finalmente a Aztlán.
«Sean bienvenidos, hijos», dijo Coatlicue a los sabios y hechiceros, quienes ante la mirada de la anciana se postraron y besaron sus manos. «El que acá nos envía es tu siervo, el rey Moctezuma y su fiel consejero Tlacaélel, con la gran misión de que buscásemos el lugar original donde habían habitado nuestros antepasados, para que supieses cómo él, en nombre de tu hijo Huitzilopochtli, gobierna y rige al mundo conocido en la gran ciudad de México».
Llorando de alegría, Coatlicue recibió los presentes enviados y les entregó a cambio tres prendas textiles, una para Moctezuma, otra para Tlacaélel, y una más para el dios sol, Huitzilopochtli.
A su regreso, ya en México-Tenochtitlan, los viajeros relataron sus aventuras al gobernante, quien entonces comprendió que Aztlán no se ubicaba en ningún punto de la geografía conocida: su lugar estaba, ahora, en los terrenos de la leyenda.
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